Deja tu familia y sígueme.
Te mostraré la soledad del niño abandonado,
la despreocupación de la madre cansada,
la ira del padre torturado.
Deja tu trabajo y toma mi camino,
te haré ver el esfuerzo sin descanso
en las manos callosas del campesino,
tanto por hacer y quizás poco que lograr.
Deja tu casa y ven conmigo,
te alojaré en cabañas de adobe que mil veces viste,
en hogares iluminados sólo por las estrellas,
en habitaciones bañadas por agua del río.
Deja tus amigos y viaja lejos,
te enseñaré a querer sin esperar nada a cambio;
conocerás mil historias, mil personas,
sentimientos nuevos y abrasadores.
Deja tus sueños, tus ilusiones, tus planes de futuro.
Deja todo y ven conmigo.
Yo te llamo ahora, contéstame pronto.
No esperaré mucho tiempo,
sin promesas ni seguros,
deja todo y sígueme.
Y beberás de las sonrisas ingenuas de los niños,
y comerás del calor de la gente sencilla,
y soñarás la vida de quien duerme a tu lado,
y lucharás por la justicia del amor y la dicha,
y rezarás con las palabras del pastor de cinco años,
y pensarás de una forma nueva, distinta, que asusta,
y serás feliz con poco, dichoso sin nada,
porque en verdad tendrás mucho
sin tu vida acomodada.
Deja todo y sígueme,
deja tu vida y hazla servicio.
Dime sí de una vez,
dime… ¡aquí estoy, para Ti, sin reservas! |