Tú que un día
escuchaste la voz de Dios
y abriste el corazón a su llamada,
¡enséñame a escuchar!
Tú que escogiste el camino
que, en su amor incondicional,
Dios te proponía,
¡enséñame a escoger!
Tú que sonríes a cada nuevo día
sin temer el misterio del porvenir,
¡enséñame a sonreír!
Tú que entregas tu corazón entero
al corazón del Padre, sin vacilar,
¡enséñame a esperar!
Tú que sufres también
y que te cansas, sin dejarlo nunca traslucir,
¡enséñame a sufrir!
Tú que sigues a Jesús
en ese sí cotidiano,
en una aceptación plena y total,
¡enséñame a vivir con sencillez!
Tú que eres feliz en tu entrega,
sin nada recibir y nada esperar,
¡enséñame a amar!
Tú que das testimonio del Amor,
y que preparas en la tierra la eternidad,
¡enséñame a vivir en fidelidad! |